La ciudad como un futurible, un prototipo o maquina de productividad es la fabrica del futuro. ¿Pero deberíamos pensar en laboratorios remotos y virtuales como elemento emergente y abierto a resultados? En disciplinas técnicas y científicas la realización de experimentos es fundamental para consolidar los conceptos adquiridos en las aulas teóricas. Sin embargo, debido a diferentes razones los laboratorios reales no siempre están disponibles, lo cual impone restricciones en el aprendizaje.
Afortunadamente, las nuevas tecnologías basadas en Internet, pueden ser utilizadas para mejorar la accesibilidad a los experimentos y estamos en la verdadera eclosión de las ciudades en red.
Para el renombrado historiador y crítico de la arquitectura Roberto Segre, formador de muchas generaciones de arquitectos, quien decida estudiar arquitectura “debe tener interés por el mundo físico que lo rodea. Los estudiantes, como decía Le Corbusier, lo que deben hacer es estar observando siempre la realidad”.
Actualmente, agregó en una entrevista, lo que las escuelas enseñan “son los aspectos teóricos, pero la arquitectura no se capta nada más estando sentados en un asiento del salón de clases. Hay que salir a la calle, observar una ventana, un dintel, una columna, un espacio; mirar la perspectiva, mirar la ciudad a las seis de la mañana, al mediodía, a las seis de la tarde, a
las doce de la noche”.
Roberto Segre mostró mapas en tercera dimensión de La Habana, en Cuba y de Río de Janeiro, Brasil, donde la gente puede ver qué tan cerca estaba un monumento de otro o cómo los sucesivos gobiernos fueron construyendo y destruyendo ciertas zonas de la ciudad. Ha desarrollado tanto esa técnica con sus alumnos brasileños, que incluso puede hacer y deshacer, piso por piso, los edificios emblemáticos de una ciudad para que los estudiantes se den una idea
más clara de cómo se realiza un proyecto arquitectónico.
Porque para él, un alumno de arquitectura “debe captar y absorber lo bueno que tiene la realidad arquitectónica del lugar donde vive. Eso es fundamental, porque si el alumno está en la ciudad y no la mira, no la observa, cómo va a aprender. La arquitectura se aprende palpando, tocando, midiendo. Los alumnos de arquitectura deberían andar con un metro en el bolsillo, siempre calculando, porque la arquitectura son las proporciones. ¿Y cómo vas a aprender de proporciones si no mides las cosas?”.
Además, agregó, los alumnos deben dibujar, andar por la calle con su cuadernillo y dibujar los detalles arquitectónicos que les llamen la atención, porque “uno aprende, dijo, con la experiencia física, real. “Desgraciadamente en las universidades de hoy no se le da mucho impulso a esto. Lo que ayudaría es que los alumnos comprendieran que la arquitectura es belleza, que esa belleza tiene un contenido social, y que se sientan con el impulso de querer crear cosas bellas para la gente, para las personas que van a habitar esas cosas bellas, que es lo que hicieron los grandes maestros, porque nadie se propuso edificar monumentos, sino que la gente pedía que construyeran una iglesia que fuera buena y bien diseñada, y los maestros la construían así”.
Él dijo también que es importante para los futuros arquitectos conocer paso a paso cómo construyeron sus obras los grandes arquitectos, que aprendan de sus errores, de sus tropiezos, de sus logros, no sólo que conozcan el producto terminado, porque “hay que llorar mientras se crea para ser buenos arquitectos”.
En la entrevista, R. Segre criticó los sistemas de enseñanza que privan en muchas universidades
actuales, dónde sólo se enseña a los jóvenes a ser arquitectos cuando también hacen falta diseñadores, constructores, investigadores, planificadores, gente que escriba y especialistas en distintas áreas. “Falta una integración lógica. El alumno sale de una clase de
historia, de allí se va a otra de técnica; sale de hormigón armado y entra a dibujar. Es absurdo. Esa enseñanza académica del siglo XIX ya no tiene más vigencia. Hay que enseñar de otra manera, algo quedesgraciadamente no es tan fácil porque habría que integrar a los profesores, hacer equipos. Es todo un sistema que tiene que ser completamente nuevo, y es
muy difícil porque todo es burocrático, hay todo un sistema académico rígido en el que no se pueden echar fuera a los profesores malos”.
Para terminar, dijo que “el alumno no puede pretender llegar a ser grande. El alumno no se puede proponer como objetivo de su vida llegar a ser como Le Corbusier. La gente que llega a ser grande es por el talento. Si se tiene talento se llega, y si no, no, porque la arquitectura es la expresión del talento y la creatividad.