VIÑOLY: TOKYO INTERNATIONAL FORUM


En pleno corazón comercial de Tokio, en Marunochi, bordeando el tradicional distrito de Ginza, se ubica el Foro Internacional de Tokio (Tokio Internacional Forum, TIF).


La historia de este moderno foro se remonta a 1989, en las postrimerías del boom de la economía nipona, cuando la municipalidad de Tokio convocó un concurso internacional para construir un complejo avocado a contribuir y subrayar la apertura japonesa al mundo.


Resulta curioso que, a pesar de la enorme influencia que ha tenido la arquitectura occidental en Japón, así como la activa participación de arquitectos japoneses en occidente en las últimas décadas, haya sido recién en 1989 que se realizara el primer concurso de arquitectura internacional en tierras niponas, con la colaboración de la Union Internationale des Architectes. El tema era un Centro Internacional de Convenciones, que además de cubrir actividades culturales, sea un símbolo de apertura internacional de un –en ese entonces- todavía muy hermético Japón.


El terreno de forma trapezoidal, donde anteriormente se ubicaba un grupo de edificios de la Municipalidad de Tokio. Además de la irregularidad del lote de 6.7 Has (delimitado hacia el este y sureste por la curva de la línea férrea del famoso tren bala, y rodeado en los otros lados por una grilla de edificios de oficinas) y del nutrido programa que el complejo debía acomodar (equipamientos especializados para conferencias, asambleas, exhibiciones y espectáculos de comercio, cinco teatros que pudieran acomodar eventos culturales, comerciales y populares, incluyendo presentacioes de música, danza y películas, y un centro de visitantes que sirva tanto para residentes de Tokio como para visitantes extranjeros), el complejo debía conectarse a laestación de Yaracucho (el más importante Terminal subterráneo) y la estación de Tokio, el corazón ferroviario del país.

En ese sentido, la propuesta del uruguayo nacionalizado norteamericano Rafael Viñoly se impuso sobre otros casi 400 proyectos internacionales, dada su claridad, originalidad y contundencia. La idea consiste en un edificio acristalado de forma lenticular, siguiendo el contorno de la línea férrea, protegido acústicamente por una cáscara dura compuesta por las salas de reunión del complejo. Hacia la retícula urbana, cuatro bloques de planta cuadrangular, cuyo tamaño va incrementándose conforme se disponen secuencialmente de norte a sur, y que acogen los cuatro teatros principales llamados A, B, C y D.


Entre estos bloques y el salón de vidrio se genera una amena y concurrida plazuela que ofrece un respiro al agobiante trajín de la megalópolis nipona. Ambos lados del edificio se cosen entre sí por puentes peatonales que sobrevuelan la plaza, dándole además escala peatonal al gran atrio, que se desborda hacia el exterior.

Este vestíbulo ojival de vidrio es precisamente el espacio más significativo del conjunto, imponiéndose no sólo por su múltiple altura y por su magnificencia si no por su particular cobertura, cuya estructura, asemejando el esqueleto de algún cetáceo prehistórico, lo corona espectacularmente, permitiendo filtrar la luz abundantemente al interior del recinto.


El innovador sistema de armadura de vigas en arco trabajando a compresión y de elementos de cable en tensión se apoya únicamente en dos columnas ubicadas a lo largo del eje central del techo separadas entre sí 185 m. De esta forma, al eliminar las columnas perimetrales o intermedias se logra mayor transparencia y ligereza y una mejor integración del vestíbulo con el exterior.

Para incrementar aún mas el dramatismo del salón, la pared lateral del mismo se halla inclinada ligeramente hacia el interior, mientras una rampa se envuelve helicoidalmente por el contorno, la que acompañada por zigzagueantes puentes peatonales que se entrecruzan, ofrece una siempre variable experiencia visual y percepción del espacio.


Contrastando con la liviandad del salón de cristal, los teatros ubicados en la zona este, lo más lejos posible de los ruidos producidos por los trenes, expresan pasividad y solidez, aunque para evitar una pesadez excesiva, sus moles han sido elevadas dos niveles de la plaza peatonal.

Por tanto, los primeros niveles contienen los lobbies de acceso a los teatros y además contiene restaurantes, especialmente tiendas, una galería de arte y cuartos tradicionales japoneses, cuyas paredes recubiertas de madera y papel de arroz y pisos de tatami son ideales para ceremonias de té u otras ocasiones.

Los teatros en sí son una maravilla de la tecnología y el mayor de ellos se encuentra entre los más grandes del mundo. Con capacidad para 5,000 espectadores es un salón futurístico cuya mezanine se halla suspendida entre dos paneles de vidrio, dando la sensación de que estuviera flotando en el aire.


Entre estos bloques y el salón de vidrio se genera una amena y concurrida plazuela que ofrece un respiro al agobiante trajín de la megalópolis nipona. Esta plaza es atravesada por más de 100,000 personas al día, para algunas de las cuales sus árboles, bancas y esculturas ofrecen un refrescante respiro. A ello contribuye la forma y transparencia de la curva ideada por Viñoly, que se comporta como un receptáculo de múltiples destinos y trayectos. Pero además de un ameno recorrido, pude comprobar que la plaza es a veces un destino, un área para relajarse, pintar, reunirse y charlar.

A más de 15 años de su inauguración y contra el pronóstico de algunos escépticos, el Tokio International Forum sigue siendo un lugar para el intercambio cultural entre Japón y el mundo, ofreciendo una racional pero innovadora propuesta, concebida por uno de los mas notables arquitectos latinoamericanos contemporáneos.

Fuente: http://moleskinearquitectonico.blogspot.com/

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