Pensar, construir, enseñar*
(presentación, hipótesis)
Quiero aclararles que vengo a traer interrogantes (o, si se quiere, sólo una pregunta)
el tema que plantea esta muestra me pone en una situación complicada como para dar aseveraciones o efectuar afirmaciones dogmáticas.
Por esto me quedaré (o nos quedaremos) con una pregunta.
Este año se cumplirán nueve desde mi regreso a la Argentina. Todavía hoy, en distintas conversaciones me preguntan por qué volví o, en todo caso, por qué me quedo.
Y debo decir, que más allá de algunas circunstancias personales, lo que sostuvo mi regreso, así como lo que me mantiene en este lugar, es el potencial de poder hacer que significa nuestro país , en todo lo que hay por hacer.
Y como hacer, entiendo precisamente la conjunción de pensar, construir y transmitir.
Valga esta optimista introducción para aplacar en parte la desoladora hipótesis que origina esta pregunta (Frank Zappa diría: the keyword for tonight is:) cómo enseñar arquitectura cuando el objeto que se pretende transmitir está muerto o, al menos convaleciente de coma profundo.
Si hay un factor común entre los que estamos aquí es precisamente el tratar de comunicar, enseñar, transmitir arquitectura a los futuros arquitectos desde nuestro pensar y nuestro construir, por ende, desde el hacer arquitectura. Pero, valga la aclaración, en un medio específico: vapuleado, devaluado, manoseado.
Así como la pregunta de la enseñanza, creo, quedará sin respuesta,
la cuestión de la muerte de la arquitectura merece, al menos, que intentemos descubrir pistas que nos acerquen al asesino, y sobre esto me gustaría hacer algunas reflexiones:
Como en las novelas negras las pistas nos pueden llevar al mayordomo, la joven viuda y, a veces, sorprendernos con el suicidio.
Analógica mente, los arquitectos tendemos a poner el revolver en manos del mayordomo o la joven viuda; entiéndase en el medio que nos circunda, en el cliente, en las presiones económicas, en la escasez de recursos de materiales inovativos , etc, etc.
Sin dudas que parte de esto es cierto:
La cultura artística de los Medici como mecenas dista bastante de la de un Costantini,
La ingerencia de nuestras instituciones es paupérrima cuando pensamos que nuestro colegio de arquitectos se ocupa de auspiciar concursos de casas country (con un objetivo comercial inocultable) y no se involucra en la necesidad de concursar viviendas sociales de calidad en su diseño.
O cuando vemos que el gobierno provincial decide construir escuelas mac donalds o planes de viviendas donde la arquitectura no cumple el menor rol.
Tiempo atrás en una discusión en el museo de arquitectura de Alemania, se planteaba que es absolutamente imposible hablar si quiera de arquitectura cuando la misma está manejada solamente por intereses especulativos, privados (sean estos de grandes corporaciones o de pequeños burgueses). Aunque esto suene anacrónico al festival del mercado liberal actual, al menos debería llamarnos a la reflexión.
Pensemos ahora en el suicidio. Qué responsabilidad tenemos los arquitectos en esta supuesta muerte.
Bien sabido es por todos que el colaboracionismo del arquitecto con el malvado sistema imperante es, sino de culpabilidad total, al menos de tremenda complicidad.
Podemos fácilmente culpar la poca preparación intelectual del cliente (es lo más cómodo evidentemente),
ahora bien, ¿no es nuestra responsabilidad imprimir seriedad a nuestro hacer? Si el cliente es bombardeado por imágenes fugaces de deseo y placer plastificado: ¿no será porque es la postura más cómoda para el arquitec to?, y de esa forma, ¿construir y no pensar? Producir y no profundizar, sumar metros cuadrados de obras de desecho, en definitiva, no asumir nuestra responsabilidad frente a un arte que es absolutamente público. Dejar que nuestra tarea de constructores del medio se convierta en la de vendedores por catálogo.
Por lo visto, el discurso cierra con un reclamo a la ética, a la construcción del yo, pero del yo social, del yo profesional.
Como dijera al principio, mi pregunta sigue abierta: cómo enseñar arquitectura en esta situación.
Espero que mis colegas y la audiencia puedan, en las discusiones finales, ayudarnos a
dilucidarlo.
Ricardo Sargiotti
3 de marzo de 2004
* presentación a la muestra Pensar, Construir, Enseñar en el Museo del Cabildo de Córdoba