Jürgen Mayer propuso generar un enorme centro urbano en la Plaza de la Encarnación, un enclave del casco histórico de Sevilla que ocupaba una superficie vacía, desestructurada, ilegible y disfuncional pero con el suficiente potencial para generar una intervención que la transformara en punto neurálgico de la ciudad. Metropol Parasol es el nombre del proyecto con que este arquitecto alemán ganó el concurso de ideas convocado por la Gerencia de Urbanismo de Sevilla para la rehabilitación de la Plaza de la Encarnación, una localización a la que se le adjudica un relevante papel estructural en la ordenación del centro histórico hispalense.
Si es cierto que de los aproximadamente 100 millones de euros que han costado 12.670 metros cuadrados, que es la superficie total de la que consta el edificio Parasol de Sevilla, la utilidad de esta recién inaugurada “Plaza Pública” se ha sustraído a su arranque inicial y ha pasado a ser poco mas allá, un estrado o concentración reivindicativa de un grupo de personas anónimas indignadas por los acontecimientos que están ocurriendo en España. Su primera utilidad estaba servida como símbolo de los tiempos que han de venir y por las ocurrencias políticas en periodos de opulencia.
Si tenemos en cuenta el resultado de esta obra y su comparación con el Museo Guggenheim Bilbao cuyo coste pudiera ser muy parecido -actualizando los precios de este ultimo que fue bastante menor- y que dada su repercusión mundial fue duramente criticado por su alto coste; si bien tendríamos que tener en cuenta que los metros aprovechados en ese proyecto son de mas del doble que el Parasol, es decir unos 24.000 m2. También habría que tener en cuenta que su amortización es mas que asegurada cuando en un año recibe mas de un millón de visitantes de un segmento turístico elevado poder adquisitivo y muy especializado en los tour internacionales de arte contemporáneo. Es decir el motivo principal de su viaje es el propio museo. También que los m2 cubiertos del edificio, sus mas de 14.000 m2 de exposición permanente y su mas del 70% de visitantes extranjeros hacen que su impacto haya sido no solo un éxito sino de una rápida amortización. Por tanto estaban claros los objetivos que se perseguían y su atractivo exclusivo de este segmento de visitantes a la ciudad.
Mi recuerdo de la visita que realice el pasado Viernes al Parasol fue altamente contradictoria, por un lado el levantamiento de muchos jóvenes que tras su paso por la universidad y las promesas incumplidas de ser la fuente principal de utilidad publica de la sociedad. Por otra -en contraste- cuantas oportunidades y ilusiones perdidas en semejante inversión pretensiosa y sin un perfil claro como fue el caso del Guggenheim.
La idea era buena, al menos -para mi- el resultado estético y funcional de una terraza paisajista mas una zona estéticamente futurista ha sido interesante, incluso diría único en su concepción. El problema viene en el coste. No a cualquier precio es permisible un estrambótico alarde de proeza estética a costa del erario publico. Siempre se ha valorado en la historia de la arquitectura el ingenio, la economía de medios, el merito que suponía para un esteta acudir a su refinado gusto por la innovación no pretenciosa. Por no decir el aprovechamiento de los recursos escasos que era un plus para generar un efecto imitador.
Pero esta instalación, que parece y es un kit desmontable, merece una atención y auditoria externa que impulse un merecido estudio sobre aquello que en un libro se debería de enseñar para no volver a cometer semejante error. De un mero render -sin fundamente constructivo- ir a un proyecto de arquitectura cuyo estudio de ingeniería técnica y de materiales ha costado mas de 6 millones de euros. Que disparate!!!
Es cierto que le ha valido a Jürgen Mayer muchos reconocimientos y si alguien no tienen la culpa es el propio autor que ha visto como su sueño cuasi-infantil de tejer una forma de tela de araña, muy propia de los proyectos en las escuelas de arquitectura mas avanzadas, incluso exponiendo en un monográfico con BIG en la Bienal de Venecia 2010 sobre “la ciudad futura” y en el MOMa de New York; se haya convertido en una pesadilla difícil de amortizar por los Sevillanos. Pensemos en el contenido también y que Jürgen no es Frank O. Ghery.
La poca garantía del proyecto en su viabilidad económica y técnica no en su resultado o atractivo, funcionalidad y estética, ha sido un fracaso. En cuanto a los restos arqueológicos escasos o al menos no merecedores del tamaño de la sala expositiva que comprende toda la planta sótano; solo pensable si se hubiera recreado o reconstruido sus casas originales expuestas al publico en esta dimensión nueva. Otra, la de los arqueólogos, una presumida sumisión a la dictadura de los restos encontrados que bien se hubieran podido resumir en un montón de ladrillos alineados y una reinterpretación dando lugar a una esplendida sala expositiva libre para su rentabilidad futura. Pero se ha ocupado una superficie preciosa del proyecto y atractivo de visitantes para llenarla de un contenido poco propicio de interés ya que los restos encontrados y no reconstruidos se limitan a líneas de muros, pavimentos o restos de ladrillos en formas que adivinan que allí habito alguien.
Museo Sótano
Planta 0 Mercado
Planta 1 Plaza elevada
Planta 2 Mirador y restaurante
Planta 2: recorrido del mirador